El periodista Víctor Manuel Oropeza Contreras no dependía económicamente de su trabajo de comunicador, ejercía también la profesión de médico. Debido a su posición social, tenía acceso a informaciones que no estaban disponibles a sus colegas y su columna "A Mi Manera" vino a tener papel de destaque en la vida de Ciudad Juárez.

Cuando lo asesinaron, en 3 de julio de 1991, la sociedad de Ciudad Juárez se quedó consternada. Colegas y familiares pensaron que un crimen contra alguien tan influyente sería aclarado rápidamente. Lo que casi nadie entendía era que el asesinato tocaba en tentáculos de corrupción que hasta entonces nadie había localizado: las relaciones cada día más estrechas entre traficantes de drogas, policías corruptos y políticos ambiciosos.

Varias irregularidades ocurrieron desde el momento en que el cuerpo de Oropeza fue encontrado, y estas contribuyeron para que el asesinato quedase impune. Por un lado, las entidades policiales encargadas de la investigación tenían un conflicto de intereses porque habían sido blanco de duras críticas de corrupción y abuso de poder venidas del periodista.

Las autoridades encargadas de la investigación parecen ignorar evidencias, destruyen pistas, fabrican informaciones y arrestaron inocentes. Nadie está designado como investigador del caso por tiempo integral, y su investigación está paralizada desde el inicio de 1995. La policía acusó tres criminales comunes del crimen, pero tuvo que liberarlos cuando la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) determinó que las confesiones habían sido obtenidas por tortura y coacción. Hasta el momento nadie fue procesado.