El asesinato de Guillermo Cano Isaza, editor del diario El Espectador, de Colombia, por traficantes de drogas, en 1986, sacudió las bases de la sociedad colombiana. Los reyes de la droga ya habían asesinado el ministro de la Justicia, el presidente del Supremo Tribunal y el jefe de la policía nacional, pero el asesinato de un editor de un diario nacional, en un país en el cual editores de diario frecuentemente tienen el mismo peso que ex-presidentes, rompió todas las reglas. Pablo Escobar Gaviria y el Cartel de Medellín veían El Espectador como enemigo número 1. La investigación determinó que Escobar fue el inventor del crimen.

Varios jueces y funcionarios del Poder Judiciario que estaban en el caso fueron sobornados. Un juez, el padre de una jueza y el abogado de la familia Cano fueron asesinados. Otro juez, cuatro periodistas, y dos hijos de Guillermo Cano tuvieron que abandonar el país después de repetidas amenazas de muerte. La entrega del diario en Medellín fue continuadamente saboteada.

El gerente general y el jefe de distribución de ese escritorio fueron asesinados. Una bomba destruyó gran parte de la Sede central de El Espectador. Criminales incendiaron la casa de veraneo de la familia Cano, próxima a la ciudad de Cartagena. También fue asesinado el principal sospechoso de tirar contra Guillermo Cano y otros integrantes de la gang Los Priscos, contratada por el Cartel de Medellín para cometer el crimen.